Después de 22 años juntos, a veces me pregunto cómo mi matrimonio con Merryn funciona. Yo soy escritor; ella, estadística. Yo trabajo con palabras; ella, con números. Yo quiero belleza; ella, actividad. Ella es puntual; yo llego tarde a veces. Después de 20 minutos en una galería, yo acabo de comenzar, mientras que ella ya está en la cafetería, preguntándose cuánto tardaré. Venimos de mundos diferentes, ¡y nos damos muchas oportunidades de aprender paciencia!
También tenemos cosas en común: sentido del humor, pasión por viajar y una fe compartida que nos ayuda a orar sobre las opciones y la responsabilidad. Con esta base compartida, nuestras diferencias incluso nos favorecen y nos han hecho mejores.
Pablo usa el matrimonio como una metáfora de la iglesia (Efesios 5:21-33), y con buena razón. Como el matrimonio, la iglesia reúne a personas muy diferentes, requiriéndoles que desarrollen humildad, paciencia y se soporten «los unos a los otros» (4:2). Además, como en el matrimonio, una base de fe compartida y un servicio mutuo ayudan a la iglesia a unirse y madurar (vv. 11-13).
Las diferencias en las relaciones pueden ser muy frustrantes… en la iglesia y en el matrimonio. Pero bien manejadas, pueden ayudarnos a ser más como Cristo.
De: Sheridan Voysey