Después de treinta aplicaciones asombrosas de tratamiento con radiación, a Daniela la declararon curada del cáncer. Como parte de la tradición del hospital, estaba ansiosa por tocar la «campana de libre de cáncer», que indicaba el final de su tratamiento y celebraba su alta. ¡Tal era su entusiasmo y vigor al hacer sonar la campana que le arrancó la soga! Todos soltaron carcajadas de alegría.
Su historia me hace sonreír y pensar en lo que probablemente sintió el salmista cuando invitó a los israelitas a celebrar la obra de Dios en sus vidas. Los alentó, diciendo: «batid las manos; aclamad a Dios» y «cantad» alabanzas, porque Él había derrotado a sus enemigos y escogido a Israel como su pueblo amado (Salmo 47:1, 6).
Dios no siempre nos concede la victoria en las luchas de esta vida, estén estas relacionadas con la salud, las finanzas o las relaciones. Él es digno de nuestra adoración y alabanza aun en esas circunstancias porque podemos confiar en que sigue «[sentado] en su santo trono» (v. 8). Toda sanidad es causa de gran celebración. Tal vez no tengamos una campana para tocar, pero podemos celebrar con gozo exuberante —como el que mostró Daniela— la bondad del Señor para con nosotros.
De: Kirsten Holmberg