El cascanueces de Clark es un ave asombrosa. Cada año, antes del invierno, esconde provisiones de cuatro o cinco semillas de pino, llegando a reunir hasta 500 por hora. Meses más tarde, vuelve para desenterrar las semillas, aun de debajo de la nieve espesa. Puede recordar hasta 10.000 lugares donde las ha escondido; una hazaña asombrosa (sobre todo, pensando que a los humanos nos resulta difícil recordar dónde pusimos las llaves del auto o las gafas).
Pero incluso este increíble acto de memoria palidece frente a la capacidad de Dios de recordar nuestras plegarias. Él puede guardar un registro de cada oración sincera, y recordarlas y responderlas aun años después. En el libro de Apocalipsis, Juan describe a «cuatro seres vivientes» y «veinticuatro ancianos» que adoran al Señor en el cielo. Cada uno tenía «copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos» (5:8).
Tal como el incienso era precioso en el mundo antiguo, nuestras oraciones son preciosas para Dios, quien las mantiene delante de Él constantemente, ¡atesoradas como copas de oro! Nuestras oraciones le importan por le importamos nosotros; y en Jesús, nos ofrece un acceso ilimitado (Hebreos 4:14-16). Por eso, ¡ora con determinación! Gracias al amor sublime de Dios, ni una palabra será olvidada.
De: James Banks