The Gathering [La congregación], en Tailandia, es una iglesia interdenominacional e internacional. Hace poco, creyentes de muchos países se unieron en una sala de conferencias sencilla de un hotel. Cantaron «Solo en Cristo» y «Soy un hijo de Dios», con letras especialmente conmovedoras en ese ámbito.
Nadie une a las personas como Jesús. En el primer siglo, Antioquía tenía 18 grupos étnicos, y cada uno vivía en su propia parte de la ciudad. Cuando los creyentes llegaron por primera vez a Antioquía, predicaron sobre Jesús «sólo a los judíos» (Hechos 11:19). Sin embargo, ese no era el plan de Dios para la iglesia. Pronto, llegaron otros que «hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús […], y gran número creyó y se convirtió al Señor» (vv. 20-21). La gente de la ciudad se dio cuenta de que Jesús estaba sanando siglos de enemistad entre judíos y gentiles, y llamaron «cristianos» a los miembros de esta iglesia multiétnica (v. 26).
Puede resultarnos difícil traspasar los límites étnicos, sociales y económicos para abrazar a los que son diferentes a nosotros. Pero esta dificultad es nuestra oportunidad. Si no fuera difícil, no necesitaríamos que Jesús lo hiciera, y pocos notarían que lo estamos siguiendo.
De: Mike Wittmer