Atrapado en un trabajo estresante con demasiadas horas y un jefe poco razonable, Jaime soñaba con dejarlo. Sin embargo, tenía una hipoteca, una esposa y un hijo pequeño que cuidar. Su esposa le recordó: «Esperemos y veamos qué nos dará Dios».
Muchos meses después, sus oraciones fueron respondidas. Jaime encontró un trabajo nuevo que disfrutaba y le permitía pasar más tiempo con la familia. «Fueron largos meses —me dijo—, pero me alegra haber esperado que el plan de Dios se llevara a cabo a su tiempo».
Esperar la ayuda de Dios en medio de los problemas es difícil; puede ser tentador tratar de encontrar nuestra solución primero. Eso fue precisamente lo que hicieron los israelitas; amenazados por sus enemigos, buscaron la ayuda de Egipto en vez de acudir a Dios (Isaías 30:2). Pero el Señor les dijo que si se arrepentían y ponían su confianza en Él, hallarían fuerza y salvación (v. 15). Es más, añadió: «el Señor espera para tener piedad de vosotros» (v. 18 lbla).
Esperar en Dios exige fe y paciencia. Pero cuando vemos su respuesta al final, entendemos que valió la pena: «bienaventurados todos los que confían en él» (v. 18). Y lo más maravilloso: ¡Dios está esperando que acudamos a Él!
De: Leslie Koh