Cuando mi hija Hayley vino a visitarme, su hijo de tres años, Callum, vestía una ropa rara llamada ScratchMeNot [No me rasques], con mangas largas y mitones pegados a las mangas. Como sufre de eczema crónico y la piel le pica, le impide rascarse y lastimarse.
Siete meses después, la piel de mi hija se le irritó y ella no podía dejar de rascarse. «Ahora entiendo lo que sufre Callum —me confesó—. ¡Tal vez debería usar un ScratchMeNot!».
Su situación me recordó 2 Corintios 1:3-5, donde Pablo dice que Dios es el «Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación».
A veces, Dios permite que atravesemos momentos de prueba, como enfermedades, pérdidas o crisis. Mediante el sufrimiento, nos enseña a apreciar el gran sufrimiento que Cristo atravesó por nosotros en la cruz. A su vez, cuando descansamos en su consuelo y fortaleza, podemos alentar a otros que sufren. Pensemos en alguien a quien podamos brindar consuelo con lo que Dios nos ha hecho experimentar.